Grandes carreras de la humanidad: GP de Francia 1979
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Escrito por Bialbero_happiness
- marzo 1, 2021
- En Historia
Grandes carreras de la humanidad: GP de Francia 1979

- marzo 1, 2021
HISTORIA
Hoy, en Grandes Carreras de la Humanidad, nos remontamos al circuito de Dijon el 1 de julio de 1979. El GP de Francia de aquel año fue la carrera que os traemos esta vez, uno de los más memorables momentos del automovilismo de todos los tiempos. Los protagonistas: Gilles Villeneuve y René Arnoux. Posiblemente el duelo más épico que haya vivido el Gran Circo; claro, que por aquel entonces todavía era “grande”…
Aquella fue la maravillosa época en la que Renault se puso a experimentar con ese invento del aire comprimido. Un avance tecnológico que supieron refinar y poner a punto para ser uno de los mejores equipos de principios de los 80, aunque solo lograron CASI ganar el título. Solo un año antes del GP de Francia que nos ocupa, habían conquistado las 24h de Le Mans con el Alpine A442 turbo. 1979 sería el año en que empezarían a dar que hablar en la Fórmula 1 con aquel ridículamente pequeño V6 de 1.500 ccm que se enfrentaba a motores de 3 litros y hasta 12 cilindros. Realmente la escudería francesa no había hecho gran cosa durante la primera mitad de la temporada y llegaban en blanco al Gran Premio de Francia de julio con la misma fiabilidad que un caudalímetro de VAG. Los galos habían empezado fuerte, pero no precisamente los del equipo del rombo. Laffite y Depailler, con aquel Ligier Ford tan sumamente molón patrocinado por Gitanes, se habían disputado todos los grandes premios con la todopoderosa Ferrari de Villeneuve y Scheckter. De hecho, Jody Sheckter era el que lideraba el campeonato cuando le llegó el momento al circuito de Dijon.


Pero en aquel GP de Francia las cosas cambiarían gracias a los turbos de Renault. En la clasificación, Jean-Pierre Jabouille y René Arnoux marcaron los mejores tiempos seguidos muy de cerca por Gilles Villeneuve. El otro Ferrari y los Ligier, sin embargo, estaban a más de 1 segundo. Parecía que eso del turbo comenzaba a funcionar. No obstante, la salida de Villeneuve fue estratosférica, demostrando por qué fue uno de los mejores pilotos de todos los tiempos. Se puso por delante de los dos Renault amarillos de inmediato y se dispuso a dominar cómodamente toda la carrera. Quizás los franceses eso del lag no lo tenían muy dominado. Vale, se lo perdonamos, no eran ni los 80.
Todo se mantuvo más o menos estable hasta la vuelta 47, a partir de la cual comenzó a peligrar seriamente la salud de los espectadores con arritmias y diversas dolencias cardíacas. Jabouille dio caza al canadiense en la recta principal y, ayudado por unos cuantos bares de presión (ojo, pero no de los de servir alcohol, si bebes no conduzcas), se merendó al coche rojo como si de un tuk tuk conducido por un indonesio se tratase. Arnoux, que venía inmediatamente detrás de su compañero, repitió la jugada en cuanto pudo para asegurarse un 1-2 de Renault en casa a mayor gloria de los Hijos de la República.
Pero el motor de René empezó a dar problemas y a experimentar pérdidas de potencia, desapareciendo la ventaja que el turbo le daba sobre el Ferrari de Villeneuve. Y en situaciones así el canadiense no perdonaba. La primera del día llegó en la primera curva del circuito, para qué esperar. Villeneuve metió el coche y el Ferrari y el Renault se pusieron en paralelo en plena curva. Magnífico. Duelo al sol en Dijon. El francés no pudo aguantar y el canadiense salió victorioso de aquel envite. Duraría una vuelta. Arnoux quería venganza y calcó la maniobra de Gilles exactamente en el mismo sitio solo una vuelta después. A partir de entonces, la más maravillosa de las locuras.
El Renault RS10 Turbo y el Ferrari 312T4 protagonizaron innumerables toques, salidas de pista, adelantamientos, cierres de trazada y pasadas de frenada. Fue como ver todos los duelos del automovilismo resumidos en solo unas vueltas. Arnoux – Villeneuve, Villeneuve – Arnoux, los adelantamientos eran prácticamente inmediatos. Daba igual la sección del circuito, cualquier excusa era buena para intentar meter el coche con separaciones de apenas unos milímetros. El público puesto en pie, vibrando, jaleando aquella aparente locura simplemente por un segundo puesto. El paddock, por el contrario, como si fuese un velatorio, todos los equipos en el más absoluto de los silencios viendo lo que estaba ocurriendo en pista. Un duelo memorable entre Renault y Ferrari.


Una pelea absolutamente apoteósica, memorable, y que, finalmente, se la llevaría Gilles Villeneuve cruzando la meta con el Renault totalmente pegado a su alerón trasero. Una locura de final que quedaría grabado en la memoria colectiva del automovilismo. Una intensidad e igualdad que soñarías poder vivirla ahora. Una vez fuera de los monoplazas Arnoux y Villeneuve se abrazaron al salir de los coches.
Aquel GP quedó para las efemérides como el primer GP ganado por un coche francés, con un piloto francés y con neumáticos franceses. Pero, sobre todo, quedó marcado a fuego en la memoria colectiva como una de las mejores luchas entre dos monoplazas. Quizás la F1 actual pueda aprender algo de todo aquello. Quizás, algún día, vuelvan los “por fuera” imposible.


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